Arroz con alcachofas

 

El aceite borbotea en la sartén. Allí he echado dos alcachofas acuchilladas.
He convertido a esas flores antiguas en corazones abiertos, en carne
viva. Me he dedicado después a esperar que largaran la sangre
o el sudor, según se mire. Luego he reducido una cebolla grande y llena de
luz, a polvo, a jugo, a numen. Y otra vez he llorado. Pero tan poca cosa
no me amedrenta. Me zambullo, con el jugo y las lágrimas, en el aceite
hirviente y cuando todo se impregna, paso una lluvia de arroz de la caja a mi
mano y de mi mano a la sartén en donde bullen los zumos del dolor y de la
dicha. Ya puedo esperar que los granos se hinchen. Sé que soportarán
(igual que yo) una hinchazón tres veces superior a su tamaño. Sólo hará
falta agregar agua o caldo, un baño que les permita transitar por el infierno
de la hornalla.

 

 



 

Natilla perfumada

Mejor que la leche pase tibia, por obra de tus manos, desde la vaca al
cuenco asentado en tu vientre. Si es así, sólo bastará espesarla a fuerza de
harina o de fécula, mareando la blancura con una vara de madera. No
olvides perfumarla con naranja seca, con limón, con ramas de canela. Y
volverás a ser niño cuando la comas bajo la luna llena.

 

de Palabras al rescoldo. Ediciones Argos, Córdoba, 1993/segunda edición 1999.


 


 

No se recuerdan los días, se
recuerdan los instantes.

C.P. 28 de julio de l940.
Diario.

 

Instante

Una turbulencia balancea
las barcazas. La luz pinta el aire
de amarillos y están cerradas
las viejas puertas. Nadie
en la pescara, ni las góndolas
lúgubres. En el puente de Canaregio
ni las de lujo ni el vaporetto,
sólo pequeñas barcazas
han pasado la noche entre los palos.
Allá al fondo, un hombre barre
la fondamenta de Ca  laria. El resto,
nada.

 

 


 

Por qué a cada sobresalto...
te vuelven a la mente los troncos
y el río y la colina con la luna
detrás y el camino...?

C.P. l9 de agosto de l946.
Diario.

 

Lapataia/94

Caen sobre el camino los troncos
centenarios.Un zorro acecha.
Más allá los manchones
de las castoreras.
Somos nosotros los que vamos
bajo la lluvia, pero parece
que nadie fuera,
que nos hubiéramos hecho de aire
entre las lengas.

 


 

No nos liberamos de una cosa
evitándola, sino solamente
atravesándola.

C.P.  22 de setiembre de l945.
Diario.

 

Del latin recordis

El nos leía a Pascoli en la luz
de la mañana y hablaba de las tardes
aquellas del otoño, los perros oliendo
entre las setas, cuando iba con su padre
a buscar trufas. Ella sabía de memoria
la vida de él. El nombraba la guerra,
los años escapando, el abrazo
de Paolo y Etiopía. Ella escondía
bajo el plato las cartas que llegaban,
y les sabía los nombres a los primos
lejanos. A veces en las tardes
recientes del otoño, ella recuerda
a Pascoli y a un pueblo que no ha visto:
hay un niño con su padre y unos perros,
y hay un hombre que se larga por los techos,
y un amigo, y es otoño,
y es la guerra.

 

                               Para María Cleofé Boglio.

 

 


 

Se parece a mí, que me busco
el trabajo en el corazón.

C.P.   l2 de setiembre
de l942.  Diario.

 

Pavese

Entre mujeres solas hemos hablado de él
uno de estos días de marzo,
y de la tarde en que mi padre lo vio
pasando la caserma. Dos perros
lo arrastraban y esa tristeza
que no ha vencido nadie. Il diavolo
sulle coline acecha. Es el 45 y la guerra
cansa . Están en Piazza Cavour
o en Superga. En Torino, no en Le Langhe.
Mi padre muerto parece que me dice
al oído “he pasado Stupinigi
hacia mi pueblo”. El otro se llama Cesare
y escribe en plenitud acerca de esas cosas
pequeñas que nos suceden a todos
y de volver y no encontrar ya nada.
Mi padre es partisano, un partisano
de Ghío, y ha cumplido veintitrés. Antes
que cante el gallo me dará esas voces
que se oyen desde lejos, el eco
en la colina. Están cerca las tierras
fértiles, el cuerno de oro devastado,
y la ciudad que es gris, no tiene
cielo. Alguna vez dirá no escribo más,
el lápiz cruzado sobre el diario,
y acabará eloficiodevivir. No habrá
qué hacer en la ciudad vacía sino esperar
y esperarás que llegue. Por esta calle
hasta el hotel mañana, vendrá la muerte
y tendrá tus ojos.

 

Pavese. Pavese/Kodak, Colección Pez Náufrago, Ediciones Del Dock, 2008.

 


 

Hamaca

Estoy en cama
                (la enfermera 
                 se llama Erminda)
Por la ventana que da al patio,            
mi hermana pasa a bordo de una hamaca.
Pasan también las moras, el verano,
las chicharras. Ha de ser octubre,
como esta tarde, o tal vez noviembre,
y el calor agobia, porque mi padre
que llega del trabajo, se ha soltado,
cosa extraña, la corbata. Yo estoy
en cama. Y Ana que pasa alegre,
viva, a bordo de la hamaca.
Habrá sido de vidrio el aire,
como esta tarde.

 


 

Peras

Había una rosca cubierta
de azúcar, una mesa con el hule
verde y una frutera de vidrio
(por la loneta de las cortinas, el sol
sacaba tornasolados color de ajenjo),
y había peras. Recuerdo los cabos rotos
y el punto negro que, en una de ellas,
hace el gusano. Sé que las dos teníamos
el pelo corto y unos vestidos
almidonados.
Después algo (quizás el viento)
sonó allá afuera y mi madre dijo
que acababan de pasar
Los Reyes.

 


 

Las amigas de mi abuela

Íbamos a verlas
los días de los muertos,
cuando la muerte no dolía.
Mi madre (que era hermosa y usaba
tacos altos) nos llevaba de la mano,
se pintaba la boca. Hablaban piamontés,
la palabra cerrada en la garganta a gritos.
Nos ponían vestiditos blancos de piqué
y volvíamos con olor a gladiolos,
a margaritas. Tenían una casa oscura
las amigas de mi abuela, y el tamaño
de un hombre. Ellos en cambio
eran flacos, frágiles como niñas:
se llamaban Geppo,Vigü,
Gennio, Chiquinot.

 


 

Paisaje

Le dijeron: verás el río
(ella llevaba un vestido con canesú),
verás pajaritos y sauces
(un vestido rosa hecho
por su madre).

En el camino
se largó un aguacero,
¡y ella estaba bajo un toldo
con su vestido nuevo!

(cuando la lluvia acabó
ya era tarde,
no encontró pajaritos ni sauces
y el agua corría por todas
partes).

 


 

Desnuda en la tienda

                                       No era coqueta
                                       Era fuerte.
                                       June Jordan

Necesito ropa, dijiste. Una blusa
alegre, de color subido. Y fuimos
a la tienda. La chica que nos llevó
a los vestidores se llamaba Tula.
Te queda rico, dijo, te queda de novela.
Nos metimos las dos en esa caja,
entrábamos apenas.

Como no había asientos ni percheros
te ofrecí mis brazos.

Te sacaste el vestido, la campera,
te sacaste la blusa, las hombreras,
te sacaste el turbante, la remera,
te sacaste el corpiño, la bolsita de mijo,
te miraste al espejo y me miraste
y yo vi tu pecho crudo, las costillas
al aire, y después tu corazón
como una piedra, fuerte y fatal
como una piedra.

 


 

Casa con palmeras

Junto a la casa vieja
con cenefas, hay dos palmeras
(y un senderito de piedras negras)

Bajo las plantas y los racimos
de flores blancas, dos niñas juegan

                               (al gallo ciego)

Después la madre
ofrece flores de calabaza,
                semillas secas,
y las dos niñas
se van por el senderito
sin dejar huella.

 


 

Visita

Hoy vino mi madre a visitarme
y caminamos las dos por estas calles.
Hablamos de mi hermano,
de los hijos, de las chicas del Sur,
de mi cuñado. Otra vez yo critiqué
al gobierno y ella dijo otra vez
“¡Es un país tan grande!”. No quiere
que me queje: “¡Este país generoso
recibió a tu padre!” y rodamos las dos
hacia una zona de tristeza, en silencio,
hasta que se detiene y dice: “Ayer
hice dulce de duraznos” y yo digo
que hablaron de mi libro
en el diario.

 


 

Víspera

Se va la tarde. Decís, a este sitio
vendremos: escribirás, sembraré,
pasaremos los días de viejos.
Sobre la casa que nace, cruzó
una torcaza. Más allá hay un halcón
y unas loras. La luz moja la falda
del Mogote, aviva los manchones
amarillos. Todo es hermoso, digo,
y sin embargo, hay una nota
de tristeza sobre talas y espinillos.
Será porque es invierno, decís,
será porque es domingo.

 

KODAK, Pavese/Kodak, Colección Pez Náufrago. Ediciones del Dock, 2008.

 


 

Autorretrato
ante el caballete

  

a Alejandro Schmidt 

El pincel sirve para salvar
las cosas del caos.
                 Shitao

 

1.

Esto es lo que queda
de un hombre que se muere:
un pincel y la mano agrietada
que sostiene el pardo, el rojo,
el amarillo... la mano que va,
que se desvela, desde el charco
de luz hacia la tela.

 

2.

Lenta la pincelada oscura,
el hijo del molinero
tantea con ojos ciegos
                       la espesura
hasta dar con la luz.

 

3.

Este rostro ya estaba
debajo de la tela, estaba y carcomía
con su podredumbre el retrato del joven
con gorguera. Bajo las arrugas y los ojos
desteñidos están los ojos arrogantes
de otro tiempo, pero ni el otro ni éste
son grandes, a todos los ha herido
esta luz: ya nada es menos,
hasta lo más miserable
tiene su destello.

 

4.

No es la pieza oscura donde pinta,
ni la pobreza que trajo la desnuda forma.
ni la luz que cae sobre la gorra,
ni el pelo desprolijo, ni la barba,
tampoco el cuerpo vencido,
ni el olor rancio del encierro.
Son los ojos que no encuentran
a Saskia, a Hendrickje, al bienamado Tito;
los ojos que se han vuelto
hacia un lugar de nada,
hacia el vacío.

 

5.

Otros buscarán la nota pura,
la imagen que persiste, la tersura,
como buscan sus ojos en la tela

(es la mirada lo que abruma,
lo que desvela)

 

6.

También yo persigo
una palabra oscura en los retratos de Saskia,
en la ternura de Hendrickje, en la viva
luz de Tito, y el aire de bondad,
la carnadura de un hombre
que se deshizo.

 

 

Beatriz. Ediciones Argos, 2006.

 


 

Datos de la autora

María Teresa Andruetto  nació el 26 de enero de 1954 en Arroyo Cabral (Córdoba), hija de un partisano piamontés  que llegó a Argentina en 1948  y de una descendiente de piamonteses afincados en la llanura.  Se crió en Oliva, en el corazón de la Córdoba cerealera, un pueblo marcado por la existencia de un asilo de enfermos mentales que, en tiempos de su infancia, era considerado el más grande de Sudamérica.  En los años setenta estudió Letras en la Universidad Nacional de Córdoba. Después de una breve estancia en la Patagonia y de años de exilio interno, al finalizar la dictadura contribuye a formar un centro especializado en lectura y literatura destinada a niños y jóvenes, ejerce la docencia, y coordina talleres de escritura, todo ello en la ciudad de Córdoba. En 1992 su novela Tama obtiene el Premio Municipal Luis de Tejeda y a partir de esa circunstancia comienza a publicar la escritura que tiene acumulada. Así, se suceden las ediciones de Tama , Palabras al Rescoldo, El Anillo Encantado y Misterio en la Patagonia, todas ellas en 1993, principio de una serie de publicaciones que no ha cesado y que incluye, entre otros libros, las novelas La mujer en cuestión, Stefano, Veladuras y Lengua Madre , el libro de cuentos Todo movimiento es cacería , los poemarios Kodak, Pavese y otros poemas ,  Beatriz ,  y Pavese/Kodak,  los libros de ensayo La construcción del taller de escritura  y La escritura en el taller, las obras de teatro Enero  y  Diría Nadie la Última Palabra , los libros para jóvenes lectores Huellas en la arena, El árbol de lilas, Benjamino, Dale Campeón, La mujer Vampiro, El país de Juan, El caballo de Chuang  Tzu, Trenes, Agua Cero, La Durmiente y El Incendio.  Ha reflexionado sobre la obra de otros escritores como el novelista Andrés Rivera  (Ribak/Reedson/Rivera/Conversaciones con Andrés Rivera, de próxima aparición)  y los poetas Alejandro Schmidt ( Poesía y poética de Alejandro Schmidt ) yJuana Castro (Mordedura/antología poética de Juana Castro, de próxima aparición) y desde su web page (www.teresaandruetto.com.ar) rescata y difunde la escritura de mujeres. Su obra ha sido reconocida con numerosos premios y distinciones, entre otros: Beca/Creación Fondo Nacional de las Artes, Beca Internationale Jugendbibliothek/Munich, Beca de la Secretaría de Cultura de la Nación Argentina,  Primer Premio Novela del Fondo Nacional de las Artes, Primer Premio Novela Luis de Tejeda, Premio Internacional de Cuento Tierra Ignota, Lista de Honor de IBBY, Finalista del Premio Sent Sovi/Ediciones Destino, Finalista Premio Clarín de Novela y, en varias ocasiones, White Ravens de la Internationale Jugendbibliothek/Munich, Mejores Libros del Banco del Libro de Caracas y Destacados de la Asociación de Literatura Infantil y Juvenil Argentina. Tiene dos hijas y vive con su marido en un paraje de las sierras cordobesas.