De “Blues del amasijo y otros poemas”
al compás de ese blues la mujer
se desnuda
le sale de la voz una viejo armiño
turbio
y deshuesado
el sol de algún zapato
brilla
como seno de lava
revolverá la noche con un pubis violáceo
frente al pezón opaco de su espejo
del espejo
a su cuerpo
los ojos caen como frutos
dormidos
en su cuna de sangre no verán
dónde arroja la piedra
en qué tiempo penetra su imagen
o quién
(por favor quién)
la llama desde un pozo
GARDEL Y YO
nunca
gritó pecosa porque
yo no tenía
ni una
peca
gentil con esas
faltas
de imaginación dijo
en cámara
“I love you marilín”
pasaba
que por aquellos tiempos
mi nombre era maría
maría solamente
CANCIÓN DE MA
su hocico
(hasta diría un
seno montañoso de caldo)
me mima
entre enruladas cucharas
y punzantes restos de peines
la de aros de burbuja
cintura de película
y pulpo platinado en las
astillas es tu nena
su voz de gelatina
como un embudo loco
avanza oliendo a cobra
de lata oh ma mirála
nada más claro que tu batón
de tetas y lunares
gran retina de pluma grande
tentacular como la cueva el foso
donde un caldo de escombros
devórase y devora
para volver a tu diluvio
ma
cero vacío
ese muñón
en el aguantadero de mi alma
CUMBIA
es mostrar pero no
lenguaje de puntillas como aquel abanico multicolor
de mar su balanceo en ondas
hondo rulo
de las enaguas que a rozarse vienen
estambres de una flor teclado en las polleras
ese goloso giro de cortinas caracol a lunares
rosca enrosca los plisados peldaños de una
escalera en otra circular que nunca que no acaba
gajos en marejada en degradé carnal corola
de las sombrillas cae un desnudar
de a poco
el nudo el insinúo que desabre
escotes como nombres al aire
dejan ver y no
pliegues donde taparse todo
menos la punta
la puntita
SALLY LA LUNGA
felino de ceniza en la cimbreante
piel de labios revueltos
(gimen sus
nalgas
en el maquillaje)
agridulce los senos
desordena la pena
mil pedazos
frente al espejo
liz
la pelirroja bailará roc an rol
algún vestido de papel glacé
y sus pestañas de velludo sexo
esa mujer a punto de volar
PORTUARIA
ausentes marineros
desnudan
el pecho de la mujer aquella
(cómo se llena
el río de chatarra
y de vino caliente)
esa tela de blanco espesor
se llama espuma pero no existe
aquí donde hacinan
pordioseros de cartón
despojos y miradas
sin rumbo
verdadero pecado son las grúas
como barba geométrica
de un dios
que pone y deja
sobre unos hombros
sus tambores de aceite
y por cada taberna
una pupila de petróleo
nos mira perder
el último arenero
De “La muda encarnación”
III
un modo de montar
cuando fundo la palabra
confundo caballo con
jinete: una sola cosa
cuando la cosa sólo
es una: el modo
la manera de montar
un oscuro caballo
cuando sola y mortal
confundo
la montura y fundo
el eterno
caballo del fluir
cuando una sola cosa
V
triste yovaca
gimes tu condición
de alverre: dar
vueltas y vueltas
la que no fue
alrededor de la casa
de la pampa oscura
la que no pudo
ser la que no
alverre vaca
...............................................
la virgen está ocupada
muy ocupada en arreglarse
las enaguas y el velo
nupcial
más hermosa que nunca
ella brilla
y el susurro barrial
prende estrellas
en su estola
de tul
una víbora
el collar de rezos
que se enrosca
a los pies
sube y sube
serpiente bailarina
de penas y dolores
tiemblan las monedas
como la multitud
pero la virgen
se mira en el espejo
vamos a casa papi
la eternidad
suelta su pelo
despreocupado
sobre el mundo
......................................
calle de los dibujos
Bosch y Bruegel
una atmósfera familiar
percherones
locomotoras
remolcadores
pitan y resoplan
tiran
cargados de bolsas
románicas de cúpulas
de ropa enormes
como iglesias
son imágenes escenas
tiernas lecturas
de humilde condición
una época de ocres
chapas otoñales
en árboles sin techo
los chicos pían Bosch
resoplan Bruegel
pajaritos sobre ramas
de románicos ranchos
son imágenes tiernas
de condición percherones
remolcadores
locomotoras
en los dibujos
de la calle
humildes padre Bosch madre Bruegel
encuadernados como carros
en galpones ilustran
una atmósfera una época
familiar
.....................................................
en las tripas de mi reloj
despuntan
grandes husos de gallo
qui qui ri quí
yo soy el que
recuérdalo
qui qui ri quí
tú la que no
ahora y en la hora
pero mis huesos
blancos y dispersos
en la noche
cantan de pie
no somos del cuerpo
oh mi mano de hojalata sola
cómo brilla
polvo eres pero brilla
un despojo:
-del cuerpo ya no soy
piedras fueron serán ojos?
islas deshechas aspas
en la miseria
a la deriva cuando saltan
del cuerpo ya no son
mira mira las orillas
remos rotos hacia
dónde?
pero la ceja olvida
se levanta del cuerpo: -ya no soy
no tengo el ver
no tengo el verbo
¿hay esperanza para mí?
yo soy el que
tú la que no
doblan campanitas
de cuello amarillo
tú también
por un oído de sombras
escucha
la mañana
ESPERGESIA
quiero el agua
del paraíso, dice, alba
blanca, pura luz mirando el
reflector dice llena
luna sin culpas
el balde de mi alma
hasta el colmo
como quien toma del gollete
celestial actriz finge
la gota terrenal cuando
enjuga con la punta
del manto una sed de rocío: ella
cree en la eficacia
del vacío y representa
la escena pensada por dios
para salvarnos.
De "La familia china"
Son chinas las tres chicas, pintadas por el fino pincel de un copista oriental. Ojos como rendijas miran la escena de la madre, lavando el kimono en el piletón del patio. Las miradas finitas rayan las ojeras de la madre, imitación de la sombra de un árbol exótico. Le dibujan persianas cerradas para protegerla de un sol de siesta, insoportable.
El alma china de la familia se llena como una palangana porteña al compás de los dichos maternales del agua. Y las tres chicas recuerdan, al unísono, los agujeros dejados por las balas. Los agujeros del recuerdo, multiplicados por tres, ensucian con la sangre del padre el kimono que la madre lava, infinitamente, adentro del piletón de sus propias ojeras.
Recordar, abrir el ojal de una herida llamada ojo, provoca un dolor de sol, insoportable, entre ceja y ceja. Por eso, a la sombra de un árbol exótico, las tres chicas pintan el alma de un dragón subiendo al cielo, con el fino pincel de sus pestañas.
Todas las noches, la madre china pone su mente adentro de una copita quieta. La llena con sus diminutos pensamientos de alfiler. Es de jade, la copita, y parece un párpado vaciado por la punta de una vara de bambú. Puede ser también un pájaro mudo que se sostiene en una sola pata de gallo.
La mente maternal imita el salto de los equilibristas, esos que tiran el alma por el aire y cae, hecha un bollito, en las aguas secas del vacío.
A la mañana, la mente china sale lívida del párpado, como un pez o un ánima que ha vagado por los vericuetos del limbo.
En espacios reducidos es propicio menguar, como la luna y las mareas: la dirección del movimiento obedece a la necesidad. Es favorable decrecer con rectitud, orientados por el mapa nocturno que dibujan las tablas de planchar, cuando doblan sus hojas y culminan, firmes, en una reverencia.
Los biombos se someten al dictado de los tiempos y ceden, dóciles, las teclas de sus abanicos. Una escalera devora su propio caracol, peldaño por peldaño.
Algunos pensamientos ensobran sus intimidades y se apilan, al igual que las sábanas, en prolijos acordeones. Las mentes más realistas se ajustan tanto al pan pan y al vino vino, que después se desparraman en otras dimensiones, como la gente que vive apiñada en una pieza y sueña con la amplitud del paraíso.
Cuando las tres chicas se acercan, el padre cierra el abanico de sus sentimientos, de golpe. Tiene miedo el padre chino de que el calor de sus hijas desplanche las rayitas de su alma, plisadas con suma paciencia por sus antepasados.
El miedo le hace pitar de una boquilla elongada hasta el límite. Chupa del pico el hombre, y de su boca evaporada por el humo se desprenden pensamientos finitos como el perfil de un pez raya.
Es el opio de los pueblos con que carga su boquilla el que lo hace descifrar sus pensamientos en voz alta. "Esas tintoreras –dice de sus hijas— calientan la pava y después yo salgo hecho una planicie. Qué saben ellas, tan chiquitas, del trabajo que costó a mis antepasados imitar el oscuro abanico de las olas, escama por escama, durante milenios, hasta hacer de mi alma este biombo musical que sólo los hombres chinos saben desplegar con dignidad."
Al escucharlo, la más china de las tres chicas desenrolla el caracol de su rodete en señal de rebelión. Cae ondulado el bandoneón de su pelo, y el padre recuerda el golpe, seco, de una sombrilla al cerrarse.