Bar "La calesita"


Es el fondo de un bar. Es un lugar parecido a una
   cueva donde uno se sienta, bebe y ve pasar a
   hombre enrarecidos por distintos problemas.
   Es una gran linterna mágica.

Es una gruta retirada del mundo que cobija a sus
   criaturas. Uno se siente allí ferozmente feliz.

Acaba de aparecer el primer hombre, apenas ha
   aprendido a caminar, aún no sabe defenderse.

El hombre sonríe y llora y sigue la fiesta.

 


 

El ocaso de los dioses


No hay nadie en la calle, en los ruidos húmedos,
    en el vuelo de las hojas y mis pasos quieren
    reiniciar las maderas de la adoleescencia.

Pero todo está abandonado, no hay nada que
    pueda favorecernos; ningún aire de
    inconsciencia, ningún reino de libertad. Sólo
    hábitos tolerantes haciendo crujir nuestra
    memoria. "Ha estado bien", decimos.

Dueños del incendio, de la bondad del
    crepúsculo, de nuestro hacer, de nuestra
    música, del único amor incoherente; soberanos
    de esa calle donde los tactos y la impresión
    hicieron su universo.

Las sombras acarician aún sus veredas, tu mismo
    nombre y tu gesto son una forma nocturna que
    en esa constelación crece y sabe enrostrar
    nuestra culpa.

Y todo termina con una esperanza, con una
dilación - "ha estado bien"-, o en un bostezo,
o en otro lugar donde es menester el coraje.

 


 

Benefacción

 

Piedad para los equivocados, para
los que apuraron el paso y los torpes
de lentitud. Para los que hablaron bajo tortura
o presión de cualquier tipo, para los que supieron
callar a tiempo o no pudieron mover
un dedo; perdón por los desaires con que me trata
la suerte; por titubeos y balbuceos. Perdón
por el campo que crece en estos espacios de la
    época
trabajosa, soberbia. Perdón
por dejarse acunar entre huesos
y tierras, sabihondos y suicidas, ardores
y ocasos, imaginaciones perdidas y penumbras.

 


 

Algo

A Rubén Rodríguez Aragón

 

con tu muerte
algo vendrá
algo que jamás sacudió
tu conciencia.

no importará
la tierra que te rodea
el árbol que te soporta
el agua que admitió tu pureza.

no será algo
que ahora retumba en tu memoria
ni las resonancias que prefirió olvidar

vendrá algo sin vínculos
una lluvia sin pasado
sin gestos censurables
o bondadosos

no estrá en juego
tu salvación
tampoco el olvido
ni el arrepentimiento

el "ángel tuerto"
no vendrá a consolarte
no será necesario
y olvidarás también el consuelo
para tu corazón
no habrá consuelo el día en que caigas

no habrá estaciones
ni pájaros
ni trenes
ni alcohol
ni sangre penosa que aguantar

no por eso habrá descanso
el día en que llegue algo que no suponías
algo que vendrá a reclamar
el lugar en el mundo
que supiste negarle

una indescriptible culpa
haciendo estallar las huellas
que minuciosamente lograbas distribuir

ningún rastro

con tu muerte
vendrá una nueva
y desconocida vergüenza

 


 

Fin y principios

Estoy en los ruidos de la tristeza,
en las tablas de la perdición,
en el aire de este tiempo maldito, infortunado;
llovizna criminal y sucia.

En aventuras, en la queja
del muerto y el terror de los vivos y el soplo
de los convalescientes.

Estoy en el clamor encontrado, fuera
de la felicidad y el fascismo y el olvido sin escuchar
la clausura y la ausencia,
sin tolerar la conmiseración, o desconocer
la alegría o la bondad o el dolor del caído.

Sin sentir resignaciones, sufriendo con la rabia
la esperanza, viviendo a mi manera.


 

Abrigo


Aquel tapado de armiño,
esta situación que vivimos, mi amiga,
estos recuerdos que siempre tendremos
y esta vida que juntos vamos haciendo.

Algún día, y digo por decirlo, tendremos
ese tapado de armiño;
será un tiempo más justo, forrado en lamé,
como el tapado del tango. Un tiempo sin olvido.

Ese tapado de lo que fue,
nos hará siempre felices, viejos golpeados;
y tendremos tiempo para el ocio, o para la melancolía
y nunca llegaremos a aburrirnos.

Esta noche espero contento y hacerlo
es como ganar la revolución; estaba escrito
que tu llegada sería como una caricia después de la pelea,
la alfombra de la victoria, el puño que consume la derrota.

Pronto será la hora de las brujas y de los secretos
y después veremos la luz y escucharemos juntos ese disco del tapado;
y comerás con apetito, con juventud y seguramente haremos el amor,
y estarás conmigo y no tendrás miedo a nada.

 


 

Por soledades


Un hombre es perseguido, una
familia entera, una organización, un pueblo. La
responsable de esta situación no es la codicia,
     sino un
comerciante con sus precios, con la imposición
de las reglas del juego. Los empresarios, la policía
con la imposición de las reglas del juego. Por eso
ese hombre, ese pueblo, esa familia,
     esa organización, se
siente perseguida. Es más, comienzan
a perseguirse entre ellos, a delatarse,
a difamarse, y juntos, a su vez, se lanzan a perseguir
quimeras, a olvidarse de las legítimas,
de las costosas pero realizables aspiraciones;
marginan la penosa esperanza. Entonces
toda la familia, todo el pueblo, entra
en el nivel más alto de la persecución: la
     paranoia, esa
refinada búsqueda de los
     perseguidos históricos y culturales.
     Y ésta
es la triste historia de los pueblos
derrotados, de las familias envilecidas
de las organizaciones inútiles, de los hombres
     solitarios, la
llama que se consume sin el viento, los aires
que soplan sin amor, los amores que se marchitan
sobre la memoria del amor o sus fatuas
    presunciones.

 


 

La verdad es la única realidad


Del otro lado de la reja está la realidad, de
este lado de la reja también esta
la realidad; la única irreal
es la reja; la libertad es real aunque no se sabe
    bien
si pertenece al mundo de los vivos, al
mundo de los muertos, al mundo de las
fantasías o al mundo de la vigilia, al de la
    explotación o de la producción.
Los sueños, sueños son; los recuerdos, aquel
cuerpo, ese vaso de vino, el amor y
las flaquezas del amor, por supuesto, forman
parte de la realidad; un disparo en
la noche, en la frente de estos hermanos, de estos
    hijos, aquellos
gritos irreales de dolor real de los torturados en
el angelus eterno y siniestro de una brigada de
   policía
cualquiera
son parte de la memoria, no suponen
   necesariamente el presente, pero pertenecen a
   la realidad. La única aparente
es la reja cuadriculando el cielo, el canto
perdido de un preso, ladrón o combatiente, la voz
fusilada, resucitada al tercer día en un vuelo
   inmenso cubriendo la Patagonia
porque las
masacres, las redenciones, pertenecen a la realidad,
   como
la esperanza rescatada con la pólvora, de la inocencia
estival: son la realidad, como el coraje y la
   convalecencia
del miedo, ese aire que se resiste a volver
   después del peligro
como los designios de todo un pueblo que
    marcha hacia la victoria
o hacia la muerte, que tropieza, que aprende a
    defenderse, a rescatar lo suyo, su
    realidad.
Aunque parezca a veces una mentira, la única
mentira no es siquiera la traición, es
simplemente una reja que no pertenece a la
    realidad.