Presentación de la Revista "9 Mundos"


 

Nueve mundos: la estética de lo posible

por César Bisso

 

 

Las revistas literarias, como todas las acciones culturales globalizadas, sufren en la actualidad un proceso de desterritoriedad a causa de la diversidad de identidades existentes y la multiplicidad de actores que se representan a través de ellas. Esto quiere decir que es difícil encontrar una revista con textos y pensamientos uniformes como expresión de un grupo o una cultura determinada. Por el contrario, los actores involucrados en estas empresas editoriales ya no buscan contar con la homogeneidad de voces y criterios de aquellas experiencias regionales como La Carpa, en el noroeste del país, o la idiosincrasia social de los integrantes del clan Boedo, en la Buenos Aires de los años treinta, por sólo dar dos ejemplos notorios. A diferencia de ellos, que se sentían identificados dentro de una misma cultura, los grupos de hoy alientan otro tipo de proyectos al tiempo que resisten a las desigualdades que la sociedad de consumo les impone. Es decir, no es lo mismo pertenecer a aquellos procesos identitarios, que convergían por causas irrevocablemente regionales o nacionales, a esta posibilidad de “ser” y “hacer” en una sociedad multifacética e indiferente donde sólo prevalece la compulsión por “tener” y “simular”.

Frente a este panorama, creo que el objetivo de “Nueve mundos” es, ante todo, alcanzar una identidad, a sabiendas de tales dificultades. Decidieron que el equilibrio estético, dentro de un amplio registro de escrituras que ya se insinúan en las páginas del número inaugural, puede ser el camino indicado. A través de él, sus hacedores literarios buscarán ocupar un territorio común que los identifique y desarticule el nudo del devenir. Mientras tanto, me quedo con la impresión que hay algo más incorporado a su contenido y esto hace pensar en una revista que nada tiene que ver con el enfoque mercantilista de algún empresario cultural, las frivolidades de cualquier grupo narcisista que se lea asimismo, o los previsibles testimonios institucionales que asoman en todas las épocas.

Aquí no hay mercado para conquistar, ombligo para mirarse, ni afiliación para ofrecer. Pero de algo estoy seguro: esta revista no tendrá un destino inerrante. Probablemente se reparta como un mendrugo entre todos los seres vivos que aún creen que la palabra es una herramienta capaz de transformar al mundo, como alguna vez sentenció Gabriel Celaya. Y es probable que sobreviva, muy a pesar de las condicionantes tendencias globalizadoras.

Esta introducción sirve para explicar que Lidia Rocha y Gerardo Curiá –para nombrar a dos integrantes del amplio staff de redacción y diseño- no desean trabajar en vano y merecen por este esfuerzo el reconocimiento de mucha gente que ya los conoce y de otros que estando lejos o cerca aún no los conocen. Ellos han tomado esta suerte de integridad literaria como una cruzada hacia las tenebrosas tierras de la creación. Galopan, según ellos, sobre los corceles del esteticismo, pero no saben cuántos semejantes vienen atrás acompañándolos. ¿Serán muchos o serán los necesarios? A veces treinta y tres sobran para hacerle cosquillas a un imperio. Y quizás también hayan recogido –ellos- la prédica huidobriana, porque al igual que el poeta chileno pretenden advertir al mundo que tras la belleza de las palabras siempre irrumpe una mujer o un hombre, comprometidos e incorruptibles.

Desde el enigmático poema de Alejandro Schmidt en la apertura hasta el paradigmático texto de Inés Manzano al cierre, cada lector podrá desandar un amplio recorrido de voces y perfiles poéticos, relatos, discursos y pensamientos. En fin, lo que hace al cuerpo y alma de una publicación de esta naturaleza, con una salvedad: hay un minucioso cuidado por la elección de los textos, quizás con el afán de encontrar ese equilibrio estético que mencioné. No es fácil por cierto lograrlo. Entiendo además que tampoco tiene que ver con un criterio elitista, sino con la consagración de la palabra por encima de nosotros mismos. Elegir un texto, no cuando uno se acerca a él, sino cuando él toma distancia de uno para liberarse y liberarnos, supone ser el delicado límite que se traspone para conformar una verdadera revista literaria.

También hay en “Nueve Mundos” algunas reflexiones interesantes sobre los infinitos intersticios del espacio poético y sobre quienes incursionan por él. Es atinado lo que dice Alejandro Méndez Casariego, respecto a que el poeta puede escribir sobre todas las cosas y estar influenciado por distintas corrientes. Pero como lo hace con palabras, son ellas las que trascienden en el otro -sea lector u oyente- para transformar la relación entre ambos. Toda escritura se re-escribe o representa según oído o lectura del otro. Baudrillard explica que la seducción no se revela en quien seduce sino en quien se deja seducir. Aquí sucede algo parecido, porque la palabra funciona ajena al poeta y seduce por ella misma según la resignificación del receptor. La magia jamás obra en el poeta, sino en la palabra. Quien se crea mago por ello deberá guardarse la varita donde más le cuadre. Y quien se suba a un pedestal sabrá bajarse solo, porque allí sobran curas, abogados y médicos ostentando el poder de “sanar” esta maltrecha sociedad y no creo que dejen subir a alguien más, menos a un poeta.

En otro pasaje, Ramón Fanelli nos entusiasma con la poesía social. También comparto su punto de vista. Aristóteles dijo que el hombre es un animal social. Nunca dejará de serlo, sencillamente porque la vida humana es una construcción social y la realidad un largo relato a través de la historia. Lo político y lo ideológico son parte de esa configuración de conflictos y acciones que forjan la existencia del hombre y su entorno. Pero también poéticamente habita el mundo. Raúl Gustavo Aguirre afirma que todo poema puede conllevar un alegato social, siempre y cuando se escriba desde el poema. Entonces volvemos al lugar donde comenzamos y reitero, que más allá de nuestras ideas, sentimientos y emociones, el poema se hace con palabras. No en vano el autor del citado artículo eligió un poema del Huidobro joven, donde éste invoca desde su canto que el mayor compromiso social del artista es estético (y todo lo revolucionario que hay en él en tanto creación o revelamiento de la belleza): “porque cantáis la rosa, oh poetas / hacedla florecer en el poema”…

Les deseo mucha suerte a estos relucientes editores que a partir de ahora quedan en manos del imprevisible devenir. Ojalá ocupen su lugar en el mundo, levanten banderas libertarias, consagren el tiempo a la palabra y sean creyentes del amor y la memoria. Y si hay una sociedad abúlica bajo el pie del poder hegemónico, sólo espero que sepan esquivar la pesadez de lo establecido para quedarse aferrados a la levedad de lo que vendrá.