Palabras celebratorias para Susana Carnevale y sus FOTOS TAN ÍNTIMAS, por Emilce Strucchi
Me voy colmando, colmando, colmando hasta que no quepo en mí
y estallo en palabras. Clarice Lispector
Me pareció una cita muy bella y más que acertada para la restallante poesía plasmada por Susana Carnevale en este poemario.
El primer contacto con el libro de Carnevale ya es tan sugerente como prometedor. Anuncia desde la tapa con una obra de Gustave Klimt un juego de contradicciones muy intenso. Una mujer hermosa parece descansar con la cabeza como separada del cuerpo, lo que contradice esa placidez aparente que es también opuesta a la crispación de su mano. Este cuadro de Klimt se llama Dánae y sabemos-o conjeturamos-que no fue casualidad esa elección.
Dánae fue hija de Acrisio y Eurídice. Según la mitología griega Acrisio fue alertado por el oráculo quien le anunció que sería asesinado por su nieto. Para evadir ese destino, Acrisio decidió encerrar a su hija en una cámara subterránea de bronce con una guardia constante. Sin embargo, el oráculo debía cumplirse y Dánae quedó embarazada. A mi modesto entender siglo XXI, una actitud de abierta rebeldía al sometimiento paterno. Hay versiones que dicen que Zeus llegó a la cámara en forma de lluvia de oro y sedujo a Dánae. Otras versiones apuntan que fue el tío de la joven. Cuando Acrisio supo lo que había ocurrido, se negó a creer la historia de origen divino, por lo que decidió encerrar a Dánae con el bebé en un cofre y lanzarlos al mar. Es decir que el sometimiento y la violencia continuaron. Pero Zeus los protegió y llegaron a salvo a la isla de Séfiros. Ese niño era Perseo, que al cabo de varios aconteceres asesinó a su abuelo: era imposible escapar al destino anunciado por el oráculo.
Luego de esta primera conexión con todo lo que nos dice y no nos dice el cuadro de tapa de esta preciosa edición de Lidia Vinciguerra, la mirada llega al título del libro. Susana nos augura intimidades en fotos realizadas con poemas sobre (y/o también inspirados en) “personajes” de universalidad indiscutible como E. Dickinson, W. Blake y J. Lacan. Susana cumple ese augurio con sensibilidad esplendente, ardor y férrea voluntad, con intenso y extenso trabajo-eso también es indudable-.
Empecé mi lectura de la obra por la tercera parte que Lidia (Vinciguerra) me pidió que enfocara especialmente. Luego leí el libro completo. Lo dejé descansar-muy impactada-y luego releí “Simplemente Lacan”. Después, en una segunda lectura completa, resignifiqué todo el conjunto. Así, Fotos tan íntimas adquirió otra luz más potente todavía. Tuve la impresión de que cada personaje representaba un siglo (aunque no tuvieran orden cronológico de aparición) y que cada siglo contextuaba el rol adjudicado a mujeres y hombres, a su sexualidad, su valor, el manejo del poder. Tuve la percepción de una síntesis muy estremecedora al final del libro.
Susana no supo, hasta ahora, lo cerca que me sentí y me siento de su ser y su poesía (cito) “¿por qué Lacan?/ Durante las exequias de Merleau-Ponty ha llorado/ como lloré a Joaquín Giannuzzi. / Ah / y porque se me antoja.”
Tantos y tanto lloramos a Joaquín como quien llora al padre, o a un segundo padre o a otro sustituto paterno; y quién sino Lacan para nombrar al padre y su lugar central para la identidad y el desarrollo de las personas (pese a que él no pudo darle su apellido a la hija que tuvo con su segunda mujer).
Tiempos los de Lacan (siglo XX) que remiten a tiempos anteriores como los de Freud (siglo XIX, en el que vive y escribe E. D.) en el desarrollo de la psiquiatría y el psicoanálisis, épocas ambas donde los falos estaban a la orden del día, y que a la vez remiten a otras y a otras épocas aún anteriores, como cadenas interminables de significantes, diría Lacan.
A nuestra poeta se le antoja homenajear y desafiar a Lacan, o al padre ¿o al psicoanalista? Qué importa. En este acto creativo lo que importa es la poesía y no su objeto, siento y creo entender.
Celebro esta poesía y el arrojo de Susana Carnevale. Celebro su caudal de conocimientos y su emoción. Espero haberla comprendido cabalmente. No obstante y por fortuna-o para mi justificación-cada lectura es una y todas a la vez, siendo un escorzo tan válido como cualquier otro. Otro.*
En esta tercera parte del libro quiero destacar lo que a mi entender es una desmitificación incluso hasta paródica de J. Lacan (cito) “Yo el doctor Lacan/ ¿qué hice de malo?” (fin de cita). Y enseguida la reivindicación (cito) “No dije más que la verdad/ porque sí/ verdad es una escritura invisible” (fin de cita) Este verso me lleva de inmediato a lo que experimenté a continuación. A medida que avancé por los poemas que siguen en el libro, me conecté cada vez más profundamente y entonces lo dicho y no dicho en ellos se constituyó en una lingüística de la dictadura con su genocidio y sus mensajes discursivos. ¿Cómo se explicaría de otro modo el hecho de tantos seres sin nombre, desaparecidos como por arte de magia macabra, por el borramiento de su identidad? La ley del terror imperante, entonces, instalaba la ausencia de los nombres (cito) “que el ulular de las sirenas/ no sea el silencio de autos sin patente” (fin de cita).
La extranjera/protagonista/palabra/poeta/paciente de Lacan se queja en ocasiones, lo desafía, descubre sus costados débiles como padre, esposo, psicoterapeuta, y lo ubica en un lugar de humano “común” con sus errores: lo desidealiza para crecer. Carnevale sigue su rumbo y la figura del psicoanalista es la excusa perfecta para la denuncia de los secretos a viva voz (cito): “El médico burgués no entiende una palabra, cuando escucha Palermo y escucha Pompeya cree que la hablante viene de Italia. (…). Doctor, ¿no oye el toque a degüello? Lacan no entiende nada.” (fin de cita). A partir de ese reconocimiento la autora va tejiendo un in crescendo poético a mi entender cada vez más elaborado y pasional o a veces erótico a un mismo tiempo.
Y así, cada vez más conmocionada, seguí presa de una lectura imparable y me comuniqué de nuevo con la “mujer del psicoanálisis”, la “histérica”, “la envidiosa”, la que luego vivirá siempre en falta porque “le falta” y no es cualquier cosa sino el falo. (Cito) “Se trata de la falta irreparable” (…) “Lacan es una marca de fábrica/ un falo gigante en las vidrieras” (fin de cita). Entonces vuelvo a preguntarme, como otras veces, cuán condicionados por el contexto somos quienes somos, cuán contextuales han sido también los postulados psiquiátricos y psicoanalíticos a lo largo de la historia; y si pudiera haber sido de otro modo.
Y aunque no alcance a responderme, se me planta Michel Foucault y su historia de “los anormales”. **La interrogación médica y disciplinaria de la sexualidad a mediados del siglo XIX, y la prohibición masturbatoria con su poderío causal de enfermedades, es el imperio reinante en tiempos de Emily Dickinson. (Cito) “Abiertamente obediente/ Secreta he vivido/ Como todas las hijas” y también “Las nupcias fallidas/ justo mi perfil acostado/ en medio de un temblor de tierra (…)/ brotes de inaudita velocidad/ prolongados espasmos.” (fin de cita) La convulsión y la histeroepilepsia serán el prototipo de la locura y el encierro en ese siglo. Heredero, por otra parte, del siglo XVIII en el que reinó el fenómeno de la posesión y su necesidad de expulsar al diablo del cuerpo en el mismo acto en que la poseída-que generalmente era mujer y era monja-resultaba invadida por el diablo. En ese contexto se inscribe el canto de libertad sexual de William Blake. Cito la cita de Blake que hace nuestra autora: (…) me lo han comunicado desde el infierno. Así lo que hoy se nos aparece como finito y corrupto se transformará en infinito y sagrado. Esto llegará a suceder una vez consumado el goce sexual.
Al poder religioso del siglo XVIII siguió el poder médico del siglo XIX y de allí al poder de la psiquiatría y el psicoanálisis. Un arduo recorrido que mantiene en vilo al mundo del cuerpo y la mente, de la sexualidad y las llamadas enfermedades mentales, de la violencia y su omisión discursiva en nuestro país. Uno que recoge el guante de los insanos psiquiátricos es, entre otros, Sigmund Freud, el “padre” del psicoanálisis. Y luego vendrá la relectura de Lacan en el siglo XX y en nuestro país sus seguidores entre ellos Oscar Masotta y Germán García.
¿Se dará cuenta Susana Carnevale? ¿Nos daremos cuenta nosotros, los Otros, lo que “significa” este libro de poemas en su multiplicidad? Estas Fotos tan íntimas hacen de este recorrido de la sexualidad-la enfermedad mental y la salud, el ejercicio del poder y sus vicisitudes, el lugar de la mujer y del hombre, el lugar de Carnevale sin duda-, una historia poetizada del goce y del dolor, de las desapariciones y los borramientos de tantos nombres que todavía “faltan” y estamos tratando de identificar.
Emilce Strucchi. Escritora y psicoterapeuta. Septiembre de 2010.
www.emilcestrucchi.com.ar
El otro es para J. Lacan el postulado esencial de la constitución de un yo: es el otro imaginario, el del espejo, esa imagen primigenia del niño que al fin y al cabo se identifica con otro que aunque es él, no lo es, es su imagen inversa ante el espejo. Por otra parte en Lacan el Otro con mayúscula es al mismo tiempo el prójimo (cada otro por separado) y a la vez todo el conjunto de sujetos que constituyen a la cultura y la sociedad desde el origen de la humanidad. Este Otro es el que impone el lenguaje al niño aún antes de nacer. Y el inconsciente, ese discurso del otro, está estructurado como un lenguaje.