Suite Final para la Pequeña Traviesa
Numero uno
Quiero dejar claros sus años y toda la tinta preñada de deseo
Escribir en una maquina de vidrio la nota final al remitente-femenino-maravilloso que no ha desprendido las alas
Escribirla menos santa
Escribirla menos pasionaria y regar frivolidad por la pantalla
Decir aquí y para siempre: Bella, hechicera, candado del atardecer
Usted
Usted descalza en sus zapatos propios
Usted llegando como si fuera la extranjera de mis piernas
Mi niña para tener quien la mime quien le escriba
Profesor para sus redes sin fondo en la aventura de la pesca
Cada legumbre del lenguaje flotando la deriva de la sopa literaria
Amanecer atado yéndome llorando
Proscrito evitado levitando mi cuerpo pesado
Blanca
Cubierta de cielo tostado
Podría agarrar la fiebre diaria en silencio sin lugar a la duda sin espacio para las huellas
Y escribirte la misma fiebre toda sobre tu pancita seca de nube
Con las agujas rojas que inyectan mi verso
Número dos
Todas ustedes tienen un novio que no las merece
O tienen un novio que es el residuo del novio que traté de ser
“Todas” es una palabra demasiado grande
Segmentemos:
La de los ojos tristes
La del canguil erosionando
La de la pascua
La del musculo en el viento
La de los coyotes
La de las mejillas
La que soñaba con duendes
La que hablaba con mi madre
La que se burlaba de mis rodillas
La mujer rotulo
La virgen de las moscas
La que contaba chistes sobre la sodomía en los primeros años del cristianismo
Ustedes
Algunas
Nunca todas
Segmentadas
Numero tres
¿Qué es eso que nos marea de nostalgia en las fotografías gastadas?
¿Qué nos pone y nos propone incesantes interrumpirnos cadavéricos?
¿Qué se sienta a contemplarnos al crujir de las lágrimas ardiendo en la chimenea marina?
Estas ganas de ahogarnos sobre los muebles viejos
Numero Cuatro
Aquí
tu cinto y sus nudos,
tu flanco y sus finales
y toda el agua que te ha bañado toda tu vida
Deposito aquí
las palabras que camellamente audaces
sumaron un oasis en su sed
un cigoñal enlodado
un río entregado a su rumbo
Bien serías ahora una flor podrida de rocío
o una mujer llena de vidrios,
herida,
donde el tiempo desafía sin licencia la desnudez
Bien serías pensamiento
o vapor estirado sobre la ilusión de mi voz que canta Calamaro,
su turbulencia de puerto, las lindes doradas de sus recuerdos y el micro-tango
Aquí
la terquedad de mi veneno,
tu cinto y sus nudos,
tu flanco y sus finales
donde la adicción a tus palmas rosadas no tiene cura
y su tratamiento es lento,
como la muerte germinando en el lodo de la vida
Número cinco
Anoche te soñé
tirada en una playa blanca,
rodeada de pescadores trasnochados y viudos
La bahía con sangre en su pico de gaviota
Las estrellas con las piernas abiertas, heladas, borrachas de luz.
El día mecería tu cuerpo entre la claridad y la neblina
y cada relámpago limpiaría la tierra de coyotes erectos
Número seis
Soy mis manos que galopan tus manos
Tienes las manos de un litoral ardiente
Secos, ciegos, pero calientes por dentro
los dedos asumen que todo lo que existe es piel
Número siete
Para escribir tu póstumo en la sepultura de este no-amanecer.
Mi no-poema de Agosto huyendo de mi sol.
Aún con los calzoncillos fogosos, el poema se viste y se va, apagando las luces
Como un tifón romperá la finca vacía, subirá por los aires matando las aves, y se irá para siempre escupiendo la voluntad, disparando a discreción
Número ocho
El diablo no se lleva tus cruces de mi cuerpo
El espíritu se lleva la cuchara a la boca pero no come
Las monedas lucen impecables sin tus domingos de pin-ball, sin tus sábados domingueros
La luna rosada de Nick Drake en tu cuaderno de ciencias
La rosa prohibida de mi jardín del bien y del mal
El camino de los trashumantes españoles en busca del oro
Woodstock y sus hippies desnudos haciendo el amor en la muralla del barro
Todas las bancas grabadas con mi nombre en tu colegio de monjas
Corazones de tiza en la pizarra
Muslos dorados bajo el asilo de los almendros
Tu sabana rosa, peluches bobos y globos flotadores
Abracadabra de desastres
Colegiala perdida y evangélica
Ilumina el camino de tus dones con velas de incienso para los próximos ciegos
Cuanto diablo se remoja en la quebrada
Se me ocurren pequeñas ironías al mirar mis manos hurgando
La travesura del invento que nos llevó tan lejos
Desde la patria conquistada, incondicional, parricida
Hasta la llaga labial de los héroes de la raza
Que se equivocaron de guerra pero acertaron la victoria
Los hijos ya no son tan hijos lejos de las hojas
Mujeres nómadas migraron moribundas
Madres
Puentes y rutas
Permanecen abiertas
Hasta que la selva seca de púas les devuelve
Sanos y salvos amados soldados
Camino a Perú
1
Salvaje, vagaré por la colina,
ánima en pos de la fiebre textil
me inventaré historias
y cantaré bajo la lluvia falsificada
botellas de leche que envenenan a los niños
Salvaje, caminaré licuando el vino bajo mis pies,
las uvas del hombre....
llegaré de todos lados pidiendo albergue
en vuestra arca de plástico,
mi diluvio de petróleo, frontera a frontera, ahogado de silencio
Por la noche no volverán a verme,
me habré vuelto uno con la granja,
uno con la poesía,
uno con los búhos y sus alas doradas
Salvajes,
nada podrá reivindicarnos,
ni nuestro conocimiento, ni la lucha divina
el desierto
el cactus
las damajuanas vacías
los ancianos en sus uñas verdes
la vitalidad espartana del tren
todo nos representa
Desde Perú se levanta el polvo de la rebelión:
El Cuzco desnuda su maravillosa nave nodriza
Ha llegado desde la primera jornada de estrellas muertas
a repartir collares de perlas a las mujeres primitivas
2
Ni los viajes ni la falta de ellos
taparán este hueco:
mi gabarra invisible de madera
rota en el mueble de la arena
pidiendo una bala en su sien
detrás de ella, el horizonte que rueda
y el horno que despierta
suben y bajan en la capsula cerrada
en que se ha convertido Arequipa
mil quinientos años después de su último rey
3
No hace falta cerrar los ojos
porque lo desconocido conoce nuestra historia
Cerrar los ojos y huir
no hace falta
Los artesanos esperan
cuentan argollas
su venganza el silencio
su delirio las trenzas
La india más bella con los ojos rojos me miró por última vez
le compré una pulsera
Cerrar los ojos no hizo falta
todos conocían mi historia
la historia de ellos mismos
lo desconocido
despertándose en la madera del collar
4
Después de un beso tierno en los pies
el algarrobo
a sus raíces como a sus narices
poseso
Después de un coscorrón de fuego
diez horas caminando con la cabeza pelada
ángel leguminoso
tu sombra
Te amamos
porque dos veces al año
te haces flor
Gabriel Alejandro Paz
Guayaquil, Ecuador
Poeta Cartonero
Editor en Cartonera Niño Búho y Cartonera Dadadif Indie Art
Twitter: @Gabriel_zaP
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